Eje clave de las exportaciones: la agroindustria
Hacer de República Dominicana una nación netamente exportadora no es una meta fácil. Se requiere competitividad en las empresas y un marco productivo que facilite esta competitividad. Sin embargo, lo que es seguro es que la débil articulación de los sectores productivos entre sí, dificulta las tareas necesarias para este propósito.
Desde la Asociación de Industrias de la República Dominicana (AIRD) hemos identificado "nichos de mercado", nos hemos esforzado en aportar capacitación a nuestros colaboradores, hemos avanzado en diversificar la oferta exportadora, hemos logrado tomar medidas defensivas del mercado interno para apoyar una justa competencia, hemos ajustado nuestra producción industrial -en su mayor parte- a estándares internacionales de calidad½ pero (lamentablemente hay peros) no hemos logrado que nuestra balanza comercial se torne favorable. A nueve meses de una masiva liberalización vía el DR-CAFTA, todavía no aprovechamos adecuadamente ese camino de dos vías (al igual que tampoco el del acuerdo con la Unión Europea).
El Ministro de Agricultura, Luis Ramón Rodríguez, que hoy nos acompaña, expresaba hace unos meses que "en la cultura nacional y la psiquis empresarial existe un freno mental que dice: no podemos½ pero hemos demostrado que podemos y en muchos casos estamos pudiendo y lo estamos haciendo muy bien". Uno de estos aspectos en donde hemos demostrado que podemos y que podemos hacerlo bien es, precisamente, la agroindustria.
República Dominicana, como muchas naciones de América Latina, centró, durante muchos años del siglo pasado, su aparato productivo en el cultivo agrícola y pecuario. Bienes primarios que eran destinados al mercado interno y algunos rubros para la exportación. Una economía, con barcos llevando el confite: azúcar, café, cacao y tabaco. Productos que siguen aportando mucho a la economía y a nuestras exportaciones, pero que ya no son suficientes sin no les añadimos valor y pensamos en sub-productos.
Para el sector agropecuario y el industrial es fundamental que la industria sea el instrumento que permita agregar valor a la agropecuaria, y que la agropecuaria sea un punto de origen clave para desarrollos industriales.
Creemos que nuestras actuales autoridades han entendido esto, pues están promoviendo el financiamiento en el campo, y lo están haciendo bajo un esquema de asociatividad que se hace necesario para que la pequeña agricultura pueda encadenarse con la industria y pueda a su vez ser rentable y significar bienestar social y no una carga para el erario público.
Es correcto enarbolar la bandera de la industrialización de productos pocos tradicionales, como frutos y especies de diversos tipos, así como de productos tradicionales como el cacao.
Estamos pasando a pensar de manera ofensiva, y no sólo de manera defensiva. Es importante, y lo debemos hacer a pesar de constreñimientos estructurales muy fuertes que van desde una energía costosa, un rígido código laboral, la baja calidad de la mano de obra que tenemos, un marco fiscal que no termina de incentivar la formalización, entre otros aspectos limitativos. Si a esto se suma una carencia de financiamiento hacia la agroindustria, vemos parte de las causas para reducir la expansión que pueda tenerse en este subsector industrial.
Hoy en día, agregar valor a la agricultura supone retornar el financiamiento al campo, a la agroindustria, en condiciones que permitan, por un lado, ser competitivos, pero por otro, que no se conviertan en un barril sin fondo y sin orientación. Financiamiento que ha de establecer sus áreas prioritarias, estratégicas, sin descuidar el quehacer productivo natural de algunas comunidades que no siempre pueden integrarse con criterios de rentabilidad inmediata. Actualmente es muy baja la banda de los productores agropecuarios que se manejan con criterios de rentabilidad sostenida. Esto tiene que cambiar.
Buscando sinergia entre agro e industria
Es necesario que la industria vuelva sus ojos hacia el origen de su materia prima. Tiene que haber esa sinergia. No es un tema nuevo. Los indígenas fabricaban el casabe, a partir de la yuca, dándole así valor agregado. Caña de azúcar fortaleció sus vínculos con la industria del ron en el siglo XIX, así como con melaza para el ganado; el tabaco para cigarros fabricados a mano; el cacao y el café como productos elaborados para la sobremesa; el maní y el coco con la fabricación de aceites; guandules y habichuelas enlatados, con procesos propios de la industria; la industria cárnica y de embutidos con fuertes preferencias en el consumo interno; la pequeña y mediana industria del dulce, así como la industria de derivados lácteos½el empaque de víveres; el procesamiento de cítricos½y así una larga lista que podríamos tardar varios minutos en enumerar y que indica los fuertes vínculos de la agricultura y la industria en nuestro país.
La Asociación de Industrias de la República Dominicana está dejando huellas en ese sentido. Un ejemplo lo es la formación del clúster del cacao y sus derivados y más recientemente el de productos de molinería. Gracias al clúster de cacao hoy es más fácil el diálogo abierto entre los productores y los procesadores, hay una expansión de la siembra de cacao, lo cual se ha visto favorecido por el incremento de precios a nivel internacional y sobre todo hemos fomentado la innovación en la fabricación de varios nuevos productos industriales de chocolate que sentimos el orgullo de encontrar en los supermercados y comercios.
Otro aspecto en donde es necesario seguir fortaleciendo sinergias es en la articulación triple entre agro, industria y turismo. Hay mucho espacio de mejora en un segmento de mercado cuyos parámetros de calidad en el consumo son internacionales. Calidad, empaque, clasificación, comercialización½ son desafíos que tiene la agropecuaria en la tarea de un mayor encadenamiento con el sector turístico y si se trata de bienes agroindustriales, los desafíos son similares.
Aquí podría mencionar decenas de industrias que han logrado esta sinergia, pero es insuficiente. Queremos más, queremos mejor integración, queremos una marcha unida entre agropecuaria e industria.
Romper ese freno mental -tanto público como privado- al que hacía alusión el Ministro de Agricultura, es una tarea titánica y tiene en la articulación agropecuaria-industria uno de sus mejores instrumentos.
Esto que planteamos no es nada nuevo, pero hoy en día se requiere con urgencia una articulación intencional, con propósitos claves medibles en el tiempo, con sectores definidos a priorizar, sin negar las iniciativas que puedan irse dando en otros rubros emergentes.
Estamos llamados no sólo a mejorar la rentabilidad de la agropecuaria y de la industria, sino también la calidad de vida de la gente que vive en las zonas rurales o que vive de las zonas rurales½ en definitiva, cuando se trata de agregar valor es un tema en que todos estamos llamados a ganar. Ese es el desafío, es la meta.